Tiempo de lectura
5 minutos
Fecha
09/04/2025
Autor/a
Nerea Labara
La ciberseguridad ya no es un lujo, es una necesidad crítica. En 2025, el panorama de amenazas digitales evoluciona rápidamente, y con ello aumentan los riesgos para empresas, administraciones y ciudadanos. Los datos son el activo más valioso y, a la vez, el más vulnerable. Pero, ¿cuáles son las amenazas más preocupantes este año y por qué es clave protegerlos?
Las consecuencias de una brecha de seguridad van más allá del daño económico: pérdida de reputación, sanciones legales, pérdida de confianza de clientes y empleados. Analizamos, a continuación, las principales amenazas actuales y por qué reforzar las medidas de protección de datos es una inversión imprescindible.
El ransomware ya no es un ataque genérico. Los cibercriminales eligen cuidadosamente a sus víctimas, conocen sus puntos débiles y emplean técnicas de extorsión cada vez más avanzadas. El informe global de amenazas 2025 de CrowdStrike destaca cómo los grupos de ransomware-as-a-service (RaaS) están optimizando su tiempo de ataque: en algunos casos, solo tardan 2 minutos en comprometer un sistema.
Además, ya no se limitan a cifrar archivos. Ahora filtran primero la información sensible, chantajean a las víctimas con su publicación y luego exigen el rescate. En este contexto, las copias de seguridad por sí solas ya no son suficientes si no se combinan con medidas preventivas y sistemas de detección proactiva.
El phishing ha dado un salto cualitativo gracias a herramientas de inteligencia artificial generativa. Se crean correos electrónicos, mensajes y páginas web falsificadas casi indistinguibles de los originales, personalizados en función del perfil de la víctima.
Tal como advierte El Derecho en su artículo sobre amenazas de 2025, las empresas españolas siguen siendo vulnerables al phishing. Especialmente preocupante es el aumento de campañas dirigidas a empleados con acceso privilegiado, como personal de finanzas o RRHH. Un clic erróneo puede derivar en el robo masivo de datos confidenciales.
Cada vez es más común que los ciberataques no lleguen directamente a la víctima principal, sino a través de terceros: proveedores tecnológicos, servicios externalizados, plataformas compartidas… Una pequeña empresa mal protegida puede abrir la puerta a una gran corporación.
El mencionado informe de CrowdStrike subraya el papel clave que juegan estos “eslabones débiles” en la cadena digital. Evaluar los riesgos no puede limitarse a lo interno: hay que mirar también a quién se conecta contigo.
El uso masivo de dispositivos conectados —desde sensores en fábricas hasta cámaras o impresoras inteligentes— ha generado una nueva puerta de entrada para los atacantes. Muchos de estos aparatos no cuentan con mecanismos de autenticación robustos, ni actualizaciones automáticas, lo que los convierte en eslabones débiles dentro de redes corporativas o domésticas.
Según Enxenio en su análisis sobre riesgos de ciberseguridad en 2025, esta amenaza será especialmente crítica en infraestructuras críticas y entornos industriales, donde un ataque puede tener consecuencias operativas y de seguridad física.
Cada vez son más los datos sensibles que gestionan las organizaciones: datos personales, médicos, financieros o estratégicos. Las normativas como el RGPD o la Ley de Protección de Datos española exigen no solo su custodia, sino también demostrar que se han tomado las medidas necesarias para protegerlos.
En 2025, los reguladores serán más estrictos, y los clientes más exigentes. La seguridad deja de ser una opción y pasa a ser una condición para operar con normalidad.
Porque son el activo más valioso: la información es clave para la continuidad operativa, la innovación y la ventaja competitiva.
Porque un ataque es cuestión de cuándo, no de si ocurrirá.
Porque sin confianza, no hay negocio: proteger los datos es proteger la reputación.
Porque las multas por negligencia pueden ser millonarias.
Formar al personal en ciberseguridad básica y cultura digital.
Implantar doble autenticación (MFA) y contraseñas seguras.
Realizar auditorías periódicas de sistemas y accesos.
Monitorizar la actividad de red con herramientas EDR o SIEM.
Establecer un plan de respuesta ante incidentes y simulacros regulares.
Evaluar la seguridad de terceros y exigir estándares mínimos.
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